“Así pues, cuando Dios castiga al pecador, ¿qué te parece que le dice sino estas palabras: te castigo porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es, para obrar según razón? Por otra parte, si el hombre careciese del libre albedrío de la voluntad, ¿cómo podría darse aquel bien que sublima la justicia y que consiste en condenar los pecados y premiar las buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin voluntad libre. Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto también el premio. Mas, por necesidad, ha debido de haber justicia, así en castigar como en premiar, porque este es uno de los bienes que proceden de Dios. Necesariamente debió, pues, dotar al hombre de libre albedrío.”
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